Sor Juana Inés de la Cruz dijo “El amor es como la sal: dañan su falta y su sobra”.
Y tenía razón, el sodio que compone la sal es necesario para nuestro cuerpo, pero en exceso, es perjudicial. Aproximadamente el 40% de la sal está compuesta por sodio y el 60% es cloruro. Nuestro organismo necesita el sodio para ayudar a regular la presión arterial y el volumen de sangre, ayuda a conservar nuestros músculos y nervios en estado óptimo. Pero la sal provoca también presión arterial alta, enfermedades cardiacas o ataques de corazón. Los médicos señalan que una persona sana no debe consumir más de una cucharadita de sal por día, es decir cerca de 2,400 miligramos.
El sodio se puede encontrar en las comidas de dos maneras, el sodio natural, que contienen muchos alimentos, y la sal que se agrega a la comida. En la antigüedad, los alimentos se salaban para preservarlos.
Actualmente, aunque eso no es necesario, pero las compañías de congelación y conservas de alimentos, siguen salando los productos. En los envases, debes verificar que cantidad de sodio tienen, ya que muchos lo poseen en significativas cantidades; busca palabras como “soda” y “sodio” o el símbolo “Na” que indican la presencia de sal.
Reducir la sal en tu dieta es bueno. Puedes cubrir tus necesidades de sodio a través de cualquier comida, sin que se encuentre salada.
1. Utiliza Hierbas y especias para condimentar tus comidas.
2. No agreges sal a los alimentos. Goza del gusto natural de las comidas.
3. Elige verduras frescas que no estén envasadas o en conserva.
4. Si usas verduras congeladas, límpialas antes de cocinarlas.
5. Busca maníes, lentejas, chicharos, habas y semillas sin sal.
6. Elige quesos y leche descremados, bajos en sodio y en grasa.
7. No cocines los alimentos enlatados con el líquido que viene en la lata.
Las comidas pueden ser deliciosas sin enormes cantidades de sal. Poco a poco ve acostumbrándote al gusto natural de los alimentos. Pon el salero lo más lejos posible de tus manos.