Cuando somos padres queremos cuidar a nuestros hijos como si fueran oro molido tanto por exceso como por defecto, en ocasiones este amor puede resultar contraproducente.
Al igual que existen parejas que dejan excesiva libertad de movimiento a sus pequeños, también hay papás o familiares muy cercanos que ejercen una sobreprotección sobre los niños. Algo que en absoluto resulta beneficioso para ellos.
Sabemos que nos estamos convirtiendo en padre sobre protectores cuando tenemos la necesidad de vigilar y prohibir a los niños casi cualquier cosa, por miedo a que los pequeños sufran algún riesgo, se realiza de manera inconsciente.
Otras veces, es un sentimiento de culpabilidad por parte de los padres el que puede llevar a este tipo de actitud.
Esta sobreprotección extrema en el niño, podría crear deficiencias en el desarrollo de su personalidad, haciendo que el niño crezca con gran cantidad de miedos y temores que pueden acabar convirtiéndole en una persona insegura que se infravalore y que tenga miedo a realizar cualquier tipo de actividad e incluso a relacionarse de forma normal con su círculo social.
Es lógico que los padres quieran facilitarles la vida al máximo a sus hijos pero esto les niega la posibilidad de cometer errores algo que les ayuda a desarrollarse y lograr la capacidad de resolver ellos mismos, poco a poco, los problemas que con el paso del tiempo se les vayan planteando.
Debe quedar claro que no debemos extremar ninguna de las dos posturas más habituales, ni la de dejarles una máxima libertad sin ponerles limites, ni la de vigilar de forma obsesiva cada uno de sus movimientos.
La función de los padres, además de ser la de darles amor, ayudarles y cuidarlos en su desarrollo en los diferentes campos de su vida, es también la de ejercer de guía.
De ese modo, se conseguirá que con el paso del tiempo, cuando se conviertan en adultos, puedan ser personas con un equilibrio psicológico y emocional normal.
Al tener a nuestros hijos, no sólo lo hacemos motivados por un sentimiento de realización de la maternidad o paternidad, lo hacemos por traer al mundo personas independientes que puedan ser felices.
Si a través de la conducta de sobreprotección no dejamos que los pequeños puedan explotar al máximo sus capacidades, estaremos respondiendo simplemente a lo que queremos nosotros; a lo que los hijos nos pueden dar simplemente por ser hijos y no por ser seres humanos que deben aprender a defenderse y adaptarse a todo lo que la vida les exigirá y les regalará.
El resultado de la sobreprotección de los padres sobre sus hijos, generalmente, es la de hacer que éstos se conviertan en niños tímidos, con problemas de relación en el colegio, con sensación de que son inferiores a los demás e incluso con una actitud temerosa frente a cualquier situación.
En cualquier caso, no debe confundirse la sobreprotección con el consentimiento o el exceso de mimo, a pesar de que las consecuencias a la larga pueden resultar muy similares.
Lo ideal es encontrar el equilibrio y apoyar a tus hijos mostrándoles la mejor manera de resolver sus problemas, pero no haciéndolo por ellos.