Cuando nos convertimos en padres no somos capaces mucha veces de detectar situaciones o malos habitos que estamos inculcando en nuestros hijos solo podemos ver lo mal que están haciendo en otros niños .
Lo mismo les ocurre con sus hijos. Los tienen tan cerca que no pueden muchas veces saber cuáles son, ni de dónde provienen sus dificultades. Pero el vecino, que no tiene la misma liga emocional, los puede apreciar con toda claridad.
La solución para que no hubiera niños malcriados en el mundo sería que intercambiáramos hijos. Todos sabemos cómo deberíamos educar a los niños del vecino.
Las características de un niño consentido en general son que es demandante, egoísta, caprichoso y francamente antipático. Nadie disfruta de su compañía.
Pero desgraciadamente somos los últimos en querer darnos cuenta que nuestros hijos están consentidos. Entramos en una etapa de “negación” en donde pensamos que todos están mal, y únicamente nosotros tenemos la razón.
Nos aferramos en que estamos en lo cierto, en lo correcto, aunque claramente todos a nuestro alrededor nos están dando claras señales de que vamos por el camino equivocado. No pedimos opiniones porque sabemos que no nos convienen, y nos volvemos ciegos ante una realidad que no queremos tomar en cuenta.
Debemos estar abierto y ser perceptivos en la relación con nuestros hijos, porque estoy segura que hay situación que no toleraríamos en ningún empleado o un amigo, sin embargo, de nuestros hijos permitimos que sean groseros, nos insulten y en algunos casos, hasta nos golpeen.
Si quieren prevenir todos estos síntomas en tus hijos, toma un poco de distancia para verlos con mayor objetividad, abran bien los oídos cuando les hagan comentarios sobre ellos, escuchen con atención a sus maestros y no tomen lo que les dicen de manera personal.
Así podrán educarlos para que sean respetuosos y responsables y será un placer convivir con ellos.