Las grasas proveen al organismo más del doble de energía (calorías) que las proteínas y los hidratos de carbono (azúcares y almidones). Sin embargo, los hidratos de carbono se disuelven más fácilmente para que el cuerpo disponga de energía en forma rápida.
Algunas grasas son muy importantes en la alimentación de la niñez porque permiten un sostenido y saludable desarrollo corporal y mental.
En una dieta equilibrada las grasas deben proveer entre el 20 y 30 por ciento del total de la energía necesaria para que le organismo funcione en perfectas condiciones.
Pero una alimentación rica sólo en grasas saturadas (no recomendables), puede ocasionar trastornos de peso como obesidad y fomentar la aparición de enfermedades como la arteriosclerosis (endurecimiento de las arterias).
Las grasas denominadas “buenas” son aquellas que deben formar parte de la dieta diaria, entre las más recomendadas se encuentran:
- Las grasas que derivan del pescado, como las sardinas;
- Las grasas de los aceites de pescado;
- Las grasas de los aceites vegetales;
- Las grasas de los productos lácteos.
Todas estas grasas proveen Vitamina A, D, E y K al organismo, y para poder absorberlas el cuerpo requiere de 25 g. de grasa y de beta-carotenos que se obtiene de las verduras de color naranja, verde y de las frutas amarillas y naranjas.
Es importante destacar, que los productos lácteos “light” o “bajas calorías” poseen una mínima cantidad recomendable de Vitamina A, por lo que no está recomendado su consumo en los niños.
Las grasas no recomendadas o “malas”, cuyo consumo debe ser limitado, son:
- Las grasas que poseen ácidos grasos saturados, como la manteca, el queso duro y las carnes grasosas;
- Las grasas que contienen ácidos grasos “trans”, como las margarinas y las grasas endurecidas industrialmente.
Todas las grasas poseen ácidos grasos y existen 2 tipos:
Grasas saturadas (ácidos grasos saturados): queso duro, manteca, aceite de pala y coco, productos terminados de carnes grasosas.
Grasas insaturadas (ácidos grasos insaturados)
Monoinsaturadas: aceite de oliva, paltas, frutos secos y semillas.
Poliinsaturados: aceites vegetales, aceites de pescado, pesado azul. Omega-6: aceite de oliva y girasol. Omega-3: nueces, porotos de soja, sardina, salmón, caballa y arenque.
Grasas Trans: aceites hidrogenados como la margarina, las grasas endurecidas industrialmente, alimentos procesados como tortas, galletas y papas fritas.
Los ácidos grasos poliinsaturados (omega-6 y omega-3) proporcionan al organismo diversos beneficios, como por ejemplo:
- Ayudan a producir las células del organismo.
- Protegen al corazón de enfermedades.
- Evitan la formación de coágulos sanguíneos.
- Ayudan a tratar la soriasis y la artritis.
- Componen estructuralmente el cerebro y la retina del ojo en periodo de crecimiento.
El exceso en el consumo de las grasas saturadas eleva los niveles de colesterol en sangre y promueve el padecimiento de enfermedades cardíacas. También las grasas “trans” que son producidas industrialmente provocan problemas en el ámbito coronario.
Al reemplazar el consumo de grasas saturadas por grasas monoinsaturadas (aceite de oliva) o poliinsaturadas (pescado azul), los porcentajes de colesterol comienzan a disminuir de manera considerable.
Por otra parte, el consumo de aceite de pescado puede proteger al organismo de contraer cáncer de mama, de intestino, de páncreas y de colon, que son producto del consumo excesivo de grasas saturadas.
Finalmente al consumir sólo grasas buenas se previenen los problemas de sobrepeso y obesidad.
En resumen, no hay que dejar de consumir grasas, sólo hay que elegir las que son saludables para el cuerpo.